Había llovido, pero el sol brillaba sobre los tejados. En las calles no había mucha gente. Las palomas volaban bajo entre los coches, piando alegremente. De un pequeño bar situado en mitad de la calle salió una chica joven, en su rostro surcaban ríos de lágrimas. Cerró con fuerza la puerta, deseaba huir de aquel lugar, quería escapar. Holly se sentía en esos momentos como una mariposa encerrada en una jaula de cristal, en una jaula de cristal rota, queriendo dejar atrás el destrozo. Pisó un charco, levantado una pequeña salpicadura, aunque eso no detuvo su acelerada huida.
Un chico abrió la puerta del bar desde dentro, miró a su alrededor con la pena pintada en sus ojos... hasta que la encontró. Dio un par de pasos en su dirección. Decidió detenerse, por mucho que corriera ella se iría, así que tomó otra decisión. Gritó su nombre. Ella se giró y le vio allí de pie, sin saber si acercarse y abrazarla o quedarse parado observando como se iba por haberle destrozado el corazón.
En esos segundos, solo existían ellos, él y ella, Jake y Holly. Nadie más. Ella le miraba con lo ojos mojados intentando aparentar que era fuerte, pero la imagen que daba era otra completamente diferente. Parecía una muñeca rota, a la que era imposible no evitar proteger, aparentaba ser tan frágil que Jake se dirigió hacia ella, verla así le hizo comprender cuanto la quería.
Tan pendientes estaban el uno del otro, que no vieron como un coche se acercaba a gran velocidad. El conductor hablaba acaloradamente con su acompañante sin prestar atención a la carretera. Cuando fijó la vista al frente, ya era demasiado tarde. Jake se impulsó hacia adelante, pero no llegó a tiempo. El coche impactó contra el delicado cuerpo de Holly. Ella cayó al suelo, con magulladuras y sangre por todos lados, su cabeza había sufrido un fuerte golpe y sus piernas estaban en una posición imposible. El coche volcó dando un par de vueltas de campana, cuando finalmente todo parecía acabar, empezó a arder. La poca gente que había allí, se acercó a ayudar tanto a Holly como a los ocupantes del vehículo.
Jake se acercó a ella con las rápidamente, apartando a las personas con las que se encontraba. Llegó a su lado, arrodillándose junto a ella. Holly abrió los ojos con dificultad.
- Lo siento, lo siento, lo siento tanto... - él parecía un niño pequeño que solo ansiaba cambiar el pasado, arreglar los errores pasados.
- Calla - susurró ella muy bajito, un sonido apenas perceptible.
Él cogió su mano y se la puso en la cara, para que pudiera sentir como las lágrimas corrían por sus mejillas.
- Perdóname.
- No hay nada que perdonar - dijo ella, cada palabra que salía de sus labios parecían las últimas - , te quiero y siempre te querré.
- No hables como si te fueras a ir... Ya oigo las sirenas, ya verás te pondrás bien... - su voz se fue apagando a medida que ella intentaba negarle con la cabeza. Él supo que Holly, su Holly iba a morir y no podía hacer nada por evitarlo.
- Te quiero - le dijo Jake antes de juntar sus labios en un último beso, el beso de la despedida.
Se separaron lentamente, ella le sonrió y cerró los ojos. Así, lentamente, ella se quedo dormida en un sueño del que jamás despertaría. Lo último que vio fue la mirada de amor de Jake, eso le hizo sonreír para siempre.