Fragmento de El valle de los lobos(Laura Gallego García)
La llamaron Dana , y creció junto a sus hermanos y hermanas como una más. Aprendía las cosas con rapidez y realizaba sus tareas con diligencia y sin protestar. Como la supervivencia de la familia invierno tras invierno dependía del trabajo conjunto de todos sus miembros, la niña pronto supo cuál era su lugar y entendió la importancia de lo que hacía.
Nunca la trataron de forma especial y, sin embargo, todos podían ver que ella era diferente.
Lo notaron en su carácter retraído y en su mirada grave y pensativa. Además, prefería estar sola a jugar con los otros niños, era sigilosa como un gato y apenas hablaba.
Hasta que conoció a Kai.
Dana tenía entonces seis años. Aquel era un día especialmente caluroso, y ella se había levantado temprano para acabar su trabajo cuanto antes y poder pasar sentada a la sombra la hora de más sol. Estaba recogiendo frambuesas para hacer mermelada cuando sintió que había alguien tras ella, y se giró.
-Hola -dijo el niño.
Se había sentado sobre la valla, y la miraba sonriendo. Dana no lo había oído llegar.
Tendría aproximadamente su edad, pero la niña no recordaba haberle visto por los alrededores, así que lo estudió con atención. Estaba muy delgado, y el pelo rubio le caía sobre los hombros en mechones desordenados.Con todo, sus ojos verdes brillaban amistosos, y en su sonrisa había algo que inspiraba esperanza.
Sin embargo, Dana no respondió al saludo, sino que dio media vuelta y siguió con su trabajo.
-Me llamo Kai -dijo el niño a sus espaldas.
Dana se volvió de nuevo para mirarle. Él sonrió otra vez. Ella dudó.
-Yo soy Dana - dijo finalmente, y sonrió también.
Aquel fue el comienzo de una gran amistad.
La llamaron Dana , y creció junto a sus hermanos y hermanas como una más. Aprendía las cosas con rapidez y realizaba sus tareas con diligencia y sin protestar. Como la supervivencia de la familia invierno tras invierno dependía del trabajo conjunto de todos sus miembros, la niña pronto supo cuál era su lugar y entendió la importancia de lo que hacía.
Nunca la trataron de forma especial y, sin embargo, todos podían ver que ella era diferente.
Lo notaron en su carácter retraído y en su mirada grave y pensativa. Además, prefería estar sola a jugar con los otros niños, era sigilosa como un gato y apenas hablaba.
Hasta que conoció a Kai.
Dana tenía entonces seis años. Aquel era un día especialmente caluroso, y ella se había levantado temprano para acabar su trabajo cuanto antes y poder pasar sentada a la sombra la hora de más sol. Estaba recogiendo frambuesas para hacer mermelada cuando sintió que había alguien tras ella, y se giró.
-Hola -dijo el niño.
Se había sentado sobre la valla, y la miraba sonriendo. Dana no lo había oído llegar.
Tendría aproximadamente su edad, pero la niña no recordaba haberle visto por los alrededores, así que lo estudió con atención. Estaba muy delgado, y el pelo rubio le caía sobre los hombros en mechones desordenados.Con todo, sus ojos verdes brillaban amistosos, y en su sonrisa había algo que inspiraba esperanza.
Sin embargo, Dana no respondió al saludo, sino que dio media vuelta y siguió con su trabajo.
-Me llamo Kai -dijo el niño a sus espaldas.
Dana se volvió de nuevo para mirarle. Él sonrió otra vez. Ella dudó.
-Yo soy Dana - dijo finalmente, y sonrió también.
Aquel fue el comienzo de una gran amistad.
1 comentario:
Hola, soy Ángela, me gusta mucho tu blog, pero creo que la letra es un poco chica :)
Pasate por mi blog.
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