Sentí las teclas del piano cuando las yemas de mis dedos las acariciaron con delicadeza, como si fuese un niño dormido al que no se quiere despertar. Presioné una de las muchas teclas que había, una que para mí su sonido era único, sol, sin duda mi favorita. Su sonido me llegó lejano, llevándome a aquellas melodías que tocaba de niña, a aquellos recuerdos...
Me senté lentamente en el taburete, levantando un poco de polvo. Miré con ternura cada una de las teclas que componían mi viejo piano de cola, que habían sido mis confidentes y consejeras durante tantos años. Mis manos comenzaron a moverse, al principio con miedo, pero poco a poco iban con más soltura. No había partitura, no me hacía falta. Sabía perfectamente cada una de las notas que componían las canciones que escribí hace ya tiempo. Cerré los ojos, disfrutando de los sonidos armoniosos que hacían mis dedos al tocar las notas con cariño, no había nada igual.
Después de tanto tiempo sin ella, me volví a encontrar con mi mejor amiga, la música.
1 comentario:
Marina, me encanta. Besos.
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