lunes, 18 de mayo de 2009

Entre dos mundos II


¡¿QUÉ?! ¿Coma? Eso era, era imposible. Yo estaba allí de pie, junto a él, cómo iba a estar en coma. Posó una de sus manos debajo de mi barbilla, haciendo, en un sutil movimiento, girar mi cabeza lo justo para que pudiese verme a mí tumbada en la cama con tubos en todo el cuerpo. Un escalofrío recorrió mi espalda. En mi rostro se dibujo una máscara de horror.

- ¿Estoy muerta?

- No - susurró suavemente acariciándome la mejilla –, eres un espíritu que está atrapado entre los dos mundos, el mundo de los vivos y el de los muertos - hizo una breve pausa, intentando buscar las palabras adecuadas - . Sé que esto no es lo que querías, pero tenía que hacer algo para que te dieses cuenta de todo lo que dejas atrás. Quería hacer algo por ti.

- No te entiendo... - mi voz se fue perdiendo, estaba demasiado confusa como para pensar con claridad.

- Saltaste desde el balcón de tu casa, querías acabar con todo, aunque de una forma un tanto drástica, debo decir. Esa no fue la mejor opción - dijo llevándome al sofá que había - , ¿lo recuerdas?

Vino a mi mente la imagen que él acababa de describir. Estaba yo, con lágrimas en los ojos, al filo del balcón, despidiéndome de todo, iba a poner fin a mi vida, a mi patética vida. Entonces salté. Lo último que recuerdo fue el suelo acercase a mí lentamente, como si se hubiese parado el tiempo. Cerré los ojos con fuerza y, después, todo se volvió negro.

Sentí como a mis ojos volvían las lágrimas, fieles amigas de mi vida, empezaba a ver borroso por ellas. Sentía sus fuertes brazos rodeándome el cuerpo, en un intento de consolarme. Era un espíritu atrapado, estuve atrapada en vida y ahora seguía igual. Lloré con más fuerza. Me agarré a él , no me quedaba nada, solo él, mi ángel. Le acababa de conocer y ya lo necesitaba más que al aire.

- Te he fallado, lo siento, pero te voy a recompensar - susurró en mi oído con voz suplicante, me pedía perdón por algo de lo que él no tenía la culpa, mi suicidio era mi decisión y ya no había vuelta atrás. En su voz, a pesar de haberme suplicado, tenía un deje seguridad y certeza que me hizo alzar la cabeza y mirarle a los ojos - . Solo necesito tu ayuda y que creas en mí.

- Eres lo único que me queda - dije entrecortadamente a causa de mis continuos sollozos. Al pronunciar aquello, su rostro se iluminó. Me dio un beso en la frente, noté como el rubor volvía a mis pálidas mejillas.

1 comentario:

AnDrEa dijo...

Gracias por compartir esta historia, espero que te pases por mi blog y veas un regalito que te he dejado.=)