Estaba en mi habitación mirando por la ventana después de que me diesen el alta hacía un par de días. Al salir del hospital me empecé a sentir vacía, como si algo ya no estuviese conmigo. No le di muchas vueltas al asunto. Hacía un sol radiante, un día perfecto para pasear y ser feliz, pero no podía, no quería. Me sentía mal, sabía que había perdido algo muy importante, y no solo la confianza de mis padres, los cuales pensaban que que tenía una vida de ensueño. Se sintieron mal al saber que me intenté suicidar, aunque yo tenía otras cosas en mente.
Llevaba horas mirando por aquella ventana, con la mirada ausente. Decidí dar un pequeño paseo, salir me vendría bien después de tanto tiempo encerrada. Los rayos de sol rozaban mi piel, los pájaros cantaban una hermosa canción. Estaba abstraída, pensando mientras miraba al suelo, las baldosas podían llegar a ser muy interesantes. Me choqué con algo, conociendo mi torpeza con una farola, levanté la vista confundida y me encontré con unos hermosos ojos avellana.
- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado, su voz me sonó como la más bella melodía jamás escrita. Mi corazón latía con fuerza, la respiración se me corto y mis mejillas se tiñeron de leve tono rojizo.
- S... sí... - me costaba tragar, la lengua se me trababa. Sabía que le conocía, pero ¿de qué?
- Me alegro, Lara. No me gustaría volver a perderte.
Mi cara se llenó de confusión al oír aquellas palabras. ¿Cómo era que me conocía? Sabía mi nombre y dijo que no me quería volver a perder, ¿acaso ya me había perdido? Entonces, recordé algo, los momentos más felices de mi "vida".
- ¿Sayler? - dije con voz ilusionada.
Me sonrió con dulzura. Se acercó un poco más a mí y me agarró fuertemente de la cintura y me besó. Enredó sus dedos en mi pelo con pasión, enganché mis brazos en su cuello. Volvía a sentir el fuego que provocaba sus labios en mi boca, sus brazos en mi cuerpo. Tenerle cerca era maravilloso. Fue el mejor beso que puedo recordar.
Él perdió sus alas y su vida como ángel, para ganar una vida junto a mí.
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