Sentí algo extraño al despertarme, abrí poco a poco los ojos, pero la luz me pareció demasiado fuerte, tarde un poco en acostumbrarme. Cuando finalmente conseguí ver mi alrededor, me quedé confundida. Las paredes eran blancas, había un sofá verde oscuro, bastante duro a juzgar por su aspecto, a un lado de la cama, una pequeña mesa con un par de revistas de cotilleos y de algo que no veía con claridad. Yo estaba envuelta en ásperas sábanas claras, que rozaban mi piel aunque no las sentía. Un pitido llamó mi atención. Bip, bip, bip. Era el latido de mi corazón en un monitor. Me encontraba en la habitación de un hospital. Estaba asustada. ¿Qué hacía yo allí? ¿Qué me había pasado?
Lentamente me incorporé, intentando asimilar donde estaba. Apoyé mis manos en el borde de la cama para levantarme. Mis pies rozaron las baldosas del frío y duro suelo. Una vez en pie, recorrí la habitación con la mirada. Me paré al ver a alguien apoyado en la puerta. Era un chico, con el pelo negro cubriéndole parte de los ojos, unos bellos ojos color avellana que me miraban con expectación. Tenía una media sonrisa que hizo que mi corazón latiese con más ímpetu. Era muy guapo, jamás había visto nadie como él. Aún con la sonrisa bailando en sus labios se acercó lentamente a mí, me costaba respirar.
- Por fin te has despertado, hacía horas que te estaba esperando - me dijo poniendo un mechón de mi pelo castaño claro detrás de la oreja. Me ruboricé cuando dejo caer su mano por mi mejilla, apenas una leve caricia.
- ¿Quién eres? - susurré después de haberme tranquilizado un poco, la garganta me dolió al pronunciar aquellas palabras, a mis oídos pareció más un gruñido. Lo cual me hizo ponerme aún más roja.
- Soy... - vaciló antes de responder a mi pregunta, cruzando por su cara el reflejo un atisbo de duda, finalmente con un suspiro dijo - soy tu ángel. Me han enviado para protegerte, pero no he hecho un buen trabajo.
Le miré atentamente esperando que me sonriera, y que era broma. Que era cualquier otra persona, cualquiera menos un ángel, mi ángel. Ese momento no llegó. Tragué saliva, había dicho que no había hecho un buen trabajo, a pesar de que yo estuviese ahí.
- ¿A qué te refieres? - las palabras brotaron de mis labios como un soplido, apenas audible. Me volvió a mirar con sorpresa en sus bellos ojos avellanas.
- Estás en coma.
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