Se separó un poco de mí, perdiendo contacto. Quería sentir sus brazos en mi cuerpo, creando fuego a medida que lo recorrían. Me ruboricé ante tal pensamiento, pero él no pareció darse cuenta. Seguía en su lucha interna, buscando palabras o valor para decir algo, algo que podría cambiar mi vida. Me perdí en sus ojos como las avellanas durante un tiempo que se me hizo eterno, aunque maravilloso.
- No sé cómo decirte esto, me siento como un estúpido - se rió con cierto nerviosismo. Posé mi mano sobre su brazo, incitándole a continuar con una sonrisa en los labios. Vi como relajaba su postura, antes tensa. Yo por otro lado intentaba mantener una actitud tranquila, a pesar de que por dentro sentía el frenético bombeo de mi corazón, creía que se me iba a salir del pecho. Noté mis manos un tanto húmedas a causa de los nervios. Tragó saliva antes de hablar.
- Probablemente me vas a llamar loco, porque solo te conozco de vista desde hace años, aunque te conozca mejor que nadie. Yo quiero ser sincero contigo y por eso tengo que decirte que...
Contuve la respiración. Mi corazón dejó latir. El tiempo se paró.
- Te quiero - susurró acercándose a mí, todo iba a cámara lenta. Sus labios estaban a apenas unos pocos centímetros de los míos. Nuestras bocas se juntaron en un dulce beso, como si de una caricia se tratara. Se alejó de mí, dejándome con su sabor, que era incluso mejor de lo que había imaginado. Quería más. Era como el néctar más maravilloso que había sobre la faz de la Tierra. Vio mi cara de deseo y volvió a besarme, esta vez con más pasión. Me colgué de su cuello y noté como sus dedos se enredaban en mi pelo. Rozó mi mandíbula con su nariz, inhalando mi aroma y haciéndome sentir un cosquilleo. Nos separamos lentamente, sin querer perder el contacto, quedándonos así durante unos momentos. Disfrutando del contacto el otro.
- Lara - mi nombre salió de sus labios como la más bella canción que jamás de hubiese escrito - , no sabes cuanto me alegra que sientas lo mismo, pero...
¿Pero? ¿Qué pero podía haber en todo esto? Era perfecto, ¿acaso para él no? Me quedé mirándole expectante con el ceño levemente fruncido, quería oír lo que tenía que decirme.
- Esto es lo mejor que me podía pasar, pero no va a durar mucho y lo sabes. Vas a volver a la vida y no me vas a recordar ni a mí ni a nada de esto - posó su mano en mi mejilla en un inútil consuelo. En el fondo sabía que no podía ser, pero me prefería ilusionar a saber la verdad, es duro reconocerlo, pero es cierto.
- No puedo alargar lo inevitable, debo hacerlo ya o no habrá vuelta atrás - con cada palabra que pronunciaba mi corazón se rompía en mil pedazos. Mi primer amor y mi primer corazón roto, no era justo.
Una lágrima recorrió mi rostro. Me abrazó con fuerza, infundiéndome todo el cariño que podía. Oía palabras que salían de su boca en mi oído, palabras de amor que terminaría olvidando. Aflojó un poco sus brazos, el momento de la despedida se acercaba.
- Te quiero - susurré con la voz entrecortada.
- Y yo - dijo besándome con pasión, casi con furia.
Se alejó de mí, intenté alcanzarle, pero todo empezó a volverse blanco. Caí en la inconsciencia.
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